“¡Adelante con los faroles!”. Pero “agarrate, Catalina”, que si no esto va a “agarrar para el lado de los tomates”. Argentina tiene un sinfín de palabras, frases y expresiones que, a pesar de tener los orígenes más dispares y variados, constituyen una parte fundamental de su lenguaje.
Si hablamos de estafas, fieles a la creencia de ser los mejores del mundo en todo, en Argentina abundan distintos tipos de robos y engaños que ya forman parte de la cultura popular. Entre los más recordados se encuentra, sin duda, el robo a uno de sus bancos más importantes, del que este miércoles se estrena el documental de Netflix Los ladrones: La verdadera historia del robo del siglo.
Los orígenes de los nombres de estas estafas usuales, de todos modos, no siempre están anclados a la propia historia del país sino que, en algunos casos, provienen de distintas partes del mundo, como en el caso de “vender humo”. ¿Qué dice de nosotros lo que decimos? ¿De dónde vienen todas las expresiones que adornan nuestro idioma y lo vuelven único?
En su nuevo libro, Somos lo que decimos, el escritor, periodista y catedrático argentino Charlie López cuenta los secretos, historias y curiosidades de los 300 dichos y expresiones más representativos del país. Cuenta, como podría decirse con una expresión bien popular, “la verdad de la milanesa”. López, que ha dictado conferencias sobre lengua española e inglesa alrededor del mundo, también es autor de libros como Detrás de las palabras y ¿Por qué decimos?, otros títulos que nuevamente ahondan en el origen de las expresiones usadas a diario.
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El llamado “cuento del tío” era una modalidad de estafa muy común a principios del siglo XX. Se aprovechaba la ambición, la codicia y, a la vez, la inocencia de las víctimas que aspiraban a obtener grandes beneficios con facilidad, a través de una creíble actuación de un estafador que convencía a sus interlocutores sobre la conveniencia de aceptar una oferta que implicaba entregar dinero a cambio de algo que podía ser falso o carecer del valor declarado. En algunos casos la estafa implicaba cierto accionar ilegal de parte de la víctima, lo que les garantizaba a los estafadores que no se haría la correspondiente denuncia en caso de ser descubiertos.Las formas que adquirían estas estafas eran múltiples, aunque en la mayoría siempre había un tío involucrado.
Una de las más comunes era la falta de dinero para poder viajar a algún lugar lejano de la Argentina a cobrar una herencia millonaria de parte de un tío. Era común que en esos casos alguien se ofreciera a pagar gastos de abogados, pasajes y alojamiento a cambio de una parte importante de la herencia. Todo esto registrado en un documento redactado y firmado ante un presunto abogado (cómplice del estafador), quien, completada la estafa, desaparecía junto con el delincuente original.
En la actualidad, los cuentos del tío presentan otros formatos, por ejemplo, el de un delincuente que, simulando ser un familiar cercano, le pide a otra persona, generalmente mayor, que le entregue todo su dinero a alguien que pasará por su casa a la brevedad para comprar dólares antes de una importante devaluación. En otros casos, les solicitan a las víctimas datos bancarios o de tarjetas de crédito para recibir un premio, al que se han hecho acreedores.
A principios del siglo XX, el gobierno de Italia publicó, dentro de El manual del inmigrante italiano, consejos para no ser víctima de este tipo de estafa.
Sebastián de Covarrubias (1539-1613), lexicógrafo, criptógrafo y capellán de Felipe II (1527-1598), define a los “vendedores de humo” en su libro Emblemas morales: iconografía y doctrina de la Contrarreforma: “Se dice de los que con artificio dan a entender ser privados de los príncipes y señores, y venden favor a los negociantes y pretendientes, siendo mentira y humo”.
Venditio Fumi (“Venta de humo”) era una figura legal, dentro del derecho romano, que castigaba el accionar de un intermediario que cobraba dinero a cambio de conseguir favores de un funcionario público, algo que finalmente nunca se concretaba. En pocas palabras, una estafa.
El caso más extremo ocurrió cuando un tal Vetronio Torino, quien presumía tener acceso directo al emperador romano, cayó en una trampa tendida por el mismísimo Marco Aurelio Severo Alejandro (siglo III), a raíz de lo cual fue atrapado, juzgado y condenado a muerte. Murió en la hoguera, atado a un palo a cuyo pie ardían leños verdes de tal manera de que muriera por asfixia y no por acción del fuego. La ejecución fue coronada con la frase “Fumo periit, qui fumos vendidit” (“Al humo perezca quien humo vende”).
El Diccionario de la Lengua Española define “Vender humos” como: “Aparentar valimiento y privanza con un poderoso para sacar utilidad de los pretendientes”.
Se conoce como “estafa piramidal” o “esquema de Ponzi” a una operación fraudulenta que consiste en captar capitales y pagar extraordinarias utilidades o intereses, con fondos provenientes de nuevos inversores y no de actividades comerciales legítimas.
En otras palabras, los primeros inversionistas cobran lo prometido gracias al dinero aportado por nuevas víctimas, quienes ingresan al sistema atraídos por los enormes beneficios que promete esta práctica en cortos períodos de tiempo. El esquema funciona y se mantiene mientras continúe creciendo y, en tanto y en cuanto un número importante de aportantes no exijan, en masa, la devolución de sus capitales.
Este tipo de estafa, con antecedentes en otros países a fines del siglo XIX y principios del XX, lleva el nombre del inmigrante italiano que lo puso en práctica en los Estados Unidos en 1920, al descubrir que los cupones de respuesta internacional de correos se vendían a mayor precio en ese país que en el extranjero. Las primeras operaciones las realizó con pequeños aportes de amigos y conocidos, a quienes convenció de los importantes beneficios que les reportaría este negocio.
Rápidamente Carlo Ponzi (1882-1949) consiguió gran cantidad de interesados, quienes literalmente hacían largas filas para confiarle su dinero en virtud de los fabulosos intereses que pagaba por cortos períodos de tiempo. En algunos casos hasta 100% en tres meses.El estricto cumplimiento con lo pactado aumentó exponencialmente el número de inversores, lo que, de alguna manera, obligó a Ponzi a contratar agentes para conseguir nuevos capitales que depositaba en un pequeño banco del que, en poco tiempo, se convirtió en su principal accionista.
Un cuestionamiento del periódico Boston Post hizo que su empresa fuese intervenida por el Estado. Al no permitírsele captar nuevos capitales, Ponzi quebró y fue a la cárcel, donde cumplió una condena por estafa durante varios años. Al “esquema de Ponzi” también se lo llama “piramidal” dado que se sustenta con los capitales de nuevos aportantes que conforman la base de una pirámide que permite que los de arriba, los primeros inversores, continúen recibiendo los beneficios prometidos. El telar de la abundancia, esquemas multinivel o círculos de la plata son algunos de los nombres que se utilizan para referirse a este tipo de engaño.
♦ Es escritor, historiador, docente, conferencista y periodista. Fue profesor de Análisis del Discurso en la Universidad de Buenos Aires.
♦ Se ha desempeñado como columnista en radio y televisión, en medios como América TV, Metro y TN.
♦ Es autor de libros como Detrás de las Palabras, In a Word, La línea, Historias del Aula y ¿Por qué decimos?, entre otros.